episodio 8 – Día 25, Esclavos del Tiempo

-¿Qué eres?
-Las cosas han cambiado. Siento que hayas visto eso. Tal privilegio no se le concede a cualquiera. Pero no tenía alternativa.

No le entendía pero estaba tan sorprendido como asustado.

-Debemos rescatarla. Vamos, necesito tu ayuda. No puedo hacer esto solo.

Me tendió la mano gruesa y abultada, como un guante. A pesar de su nueva apariencia, Nexos transmitía calma, una tranquilidad que no lograba comprender. Tomé su mano y sentí su piel tan dura como la corteza de un árbol.

-Agradezco tu honestidad.
-Olvidé que puedes leer mi mente.
-Lo siento. Debo confesarte que no me gusta adquirir esta forma. Aun me parece grotesca.
-¿Qué eres?
-Dirás ¿Quién soy? Mereces saberlo, pero no ahora. Sin embargo te puedo decir que mi familia me está esperando y que no puedo seguir retrasando mi regreso.
-Los muranos están a años luz de aquí. No creo que vayas a verlos pronto.
-No soy Murano.
-Sí, eso creí desde que te transformaste en un reptil.
-Y de dónde vengo las distancias no son importantes. Es aquí donde los hombres ven límites.
-Sigo sin entenderte.
-No tenemos…tiempo. ¡Ja!,-senti que sonreía- que curioso concepto.
-Oye, tienes que ayudarme a entender. Porque cada vez me tienes más confundido.
-Él/Ella tenía razón, siempre la tiene. Aquí las cosas son mucho más complicadas.-No lo comprendía ¿A quién se refería? Su “Él”, también me sonó como “Ella”. Al hablar directamente a mi mente, algunos conceptos carecieron de sentido, parecían no definirse.

-Escucha -Me dijo mientras me observaba con esos ojos que parecían escudriñar mi alma- Tienes que bajar e ir por ella. Sé lo que intentará. Tratará de hacer un libelo de sangre. No podemos dejar que haga esa ceremonia.

-¿Cómo? Un libe…
-¡Por Dios!, entendí sin siquiera terminar de repetir la palabra. Nexos me mostró lo que ello significaba. Un sacrificio infantil, iban a drenar toda su sangre, y luego aquel ser se la iba a beber junto a los comensales…
-¿Pero cómo?…
-No tengas miedo, -me dijo-.

Entonces tomó mi mano y con una de sus uñas hizo un pequeña herida en mi palma. Extrañamente no sentí dolor alguno.

Luego mordió su otra palma, con suma facilidad, derramando pequeñas gotas de sangre. Unió su mano herida con la mía. Y me dijo:

“Aquel que camina entre sombras, no es visto. Aquel que camina en luz, lo es. Así que permite a la luz ser en mi lo que es para el blanco absoluto”.

Permanecí en silencio…  Nada pasó.
-Debemos bajar.
-¿Estás loco?
-No dudes y baja.
-¡Cómo!? todos me verán tú al menos pued…

No podía creerlo, no podía ver mi mano.
-¿Qué? ¿Cómo?
-Esto no durará mucho tiempo. Debemos bajar.

Me observé frente a las armaduras Farsat en el salón de las esferas. Mi reflejo no existía. Había desaparecido.

-Tu sangre… ¿Soy invisible?
Él permaneció callado. Soy invisible. –me repetí-

-No durará por mucho tiempo. Vamos, debemos bajar. ¡Y deja ya de dudar!

Eduardo Guillén.
Año 2780

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episodio 7 – Día 25,Un nuevo mundo

Eduardo Guillen
No era posible que fuese un Hathor. La Unión había prohibido estrictamente la interacción con seres de otras dimensiones. No era posible. ¡Por Dios! Un Hathor. Solo en sueños se podía ver alguien, o algo así.

Nexos no salía de su sorpresa. Por primera vez durante toda nuestra aventura lo vi dudar.
-Tenemos que salir de aquí. -Le dije, mientras me acurrucaba como un bebé.
-¡No! Ya estamos dentro. Además no podemos regresar por donde vinimos.

El Murano estaba decidido. Sin embargo, yo no quería ser el cobarde que muere gracias a sus torpezas, por lo que le dije de la manera más enfática que pude, que teníamos que salir de aquí lo antes posible:

-Mira; entrar por la puerta principal, saltar al almacén , matar a dos guardias del imperio, recorrer los pasillos del palacio en medio de bestias cubiertas por la oscuridad y evadir a la fuerzas Farsat puede haber estado incluido en nuestra aventura. Pero encontrarnos con seres de otra dimensión estaba muuuy lejos de imaginármelo. ¡Olvídalo! ¿Dime, si quiera tienes un plan para salir de aquí?
-Al inicio planeé escapar por los túneles de ventilación del segundo sótano. Había estudiado los planos. Los memoricé. Ahora no sirve de nada.
-¿Y entonces cuál es nuestra actual vía de escape?
-No estoy seguro pero quizá disfrazarnos pueda ser una buena idea.
-¡Disfrazarnos no nos ayudará en absoluto!

Por un momento pensé que el  murano había perdido la cabeza. Estaba entre la espada y la pared. No había salida y lo único que nos quedaba era seguir adelante, y posiblemente, ya que algo en mi interior lo vaticinaba,  enfrentarnos cara a cara a ese extraño monstruo.

Luego, lleno de desesperanza le dije:

-Estamos perdidos, nunca podremos salir de aquí

El Murano retrocedió. De pie, mantuvo la mirada en ambas manos. Cerró los ojos y balbuceó una frase que más me pareció un canto. De pronto su cabello cayó, sus ojos se hicieron grandes, amarillos y felinos tan encendidos como la llama de una vela en medio de la oscuridad. Su rostro, primero gris se tornó verde olivo; mientras que debajo de su piel se levantaban pequeñas pelotitas, grumos de apariencia tosca que florecían obscenos debajo de su epidermis. Por todo su cuerpo diminutas escamas germinaron, algunas, más oscuras, describían una trama singular, un complejo tatuaje tribal y arcano. Todo esto ocurría al mismo tiempo que aumentaba de tamaño y terminaba la cruda melodía de huesos y articulaciones rotas que habían dado paso a su nueva fisonomía.

Finalmente, habiendo adoptado esa nueva forma volvió a observar sus manos, ahora de cuatro dedos: falanges alargadas y toscas adornadas con uñas negras y brillantes tan propias de los reptiles.

-¿Eso crees?

Me contestó sin mover la boca o lo que ahora era un largo hocico adornado de colmillos. ¿Un telépata metamorfo? La idea me pareció tan estúpida y atemorizante que preferí callar por un instante. Luego, sin darme cuenta, dije casi hipnotizado por aquella revelación:

-¿Qué diablos eres?

Eduardo Guillén.
Año 2780

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episodio 6 – Día 25, Mis primeras horas de terror

Eduardo Guillén

Mi corazón regresaba a su lugar, lentamente, mientras mi cólera con el Murano iba en aumento.

-¡Imbécil!  ¡Maldito extraterrestre! ¿Te das cuenta de lo que has hecho? –le grité mientras intentaba lastimarlo con la mirada. El color de su cabello cambió a negro. Aunque bajo aquella iluminación pudo haber sido gris oscuro o carbón, ya no me importaba.

Nexos permaneció en silencio.

-¡Te estoy hablando, Idiota! ¿No vas a decir nada? ¡Acabamos de matar a soldados del imperio!

Mi cólera era tan grande que no podía controlarla. Lo único que la superaba era el dolor en mi hombro.

-¡Habla! – Grité una vez más, al mismo tiempo que alzaba mi brazo sano para golpearlo con todas mis fuerzas. Él lo esquivó girando y usando su pierna izquierda como leva, todo en un mismo movimiento, con la misma agilidad que hace un par de minutos nos salvó de la muerte.

Ya en el suelo me di cuenta que pelear contra él,  incluso estando en perfectas condiciones, sería estúpido.

La adrenalina disminuía mientras el dolor en mi brazo se disparaba.  De rodillas, acurrucado a sus pies, observé con espanto una oscura línea carmesí corriendo debajo del contendor. Fue en ese momento cuando por primera vez en todo mi viaje me sentí a millones de kilómetros de casa. Entonces sollocé como un niño extraviado, un infante que solo ve caras groseras en una calle amarilla.  En medio de mi silencioso llanto percibí un intenso calor que partía de mi hombro y llegaba hasta las yemas de mis dedos, como si agua tibia corriese por mis venas. El dolor se desvanecía mientras una extraña sensación de tranquilidad se apoderaba de mí. Luego del trance me puse de pie y observé, sorprendido, al murano.

-¿Cómo? Pero, no sabía que los muranos pudiesen curar con las manos.
-No lo hacen. -Me respondió a secas.

Nexos lucía avergonzado. Luego de una pausa me dijo:

-Es mi hija. La chica que vimos escoltada por la delegación…

Escuchamos pasos a lo lejos. -Por aquí –Dijo el murano señalando a su derecha.

Encontramos un pasaje iluminado de luces purpúreas. Al adentrarnos notamos que el ambiente a nuestro alrededor era de arquitectura Safir muy parecida a la hispanomusulmana terrestre. El pasillo era largo y el techo yacía muy por encima de nosotros. Mientras corríamos, tenía la sensación de que bajábamos, lo que por momentos me producía una sensación de ahogo.  En un momento la dimensión de aquel lugar me asustó. Casi de inmediato una mezcla de olores putrefactos entró hasta mi garganta provocándome arcadas. El olor de la carne rancia era insoportable. Agotado, me apoyé en una pared.  Noté entonces que a cada lado había portadas cubiertas con barrotes de metal esmeralda. Arriba observé arquivoltas y a los lados jambas escalonadas. Eran celdas enormes. Cada una parecía tener en su mandorla un símbolo distinto ya que los detalles describían figuras extrañas, curvilíneas. ¿Quién se preocuparía por tener tal decoración en un lugar así? Aquel lugar parecía una prisión cuyos huéspedes no me atrevía a imaginar. Era increíble ¡No lograba ver lo que estaba en su interior! Me parecía extraño que la luz iluminase el pasillo y no el interior de cada recámara.

Seguimos adelante. Llegamos a un salón oval, mejor iluminado, cuyo techo dejaba ver decenas de puntos, rojos y encendidos como los ojos de una mosca.

-Es el cielo de Landis. Este es el corredor de las esferas. Debemos estar cerca del salón principal.

Observé al murano con curiosidad, luego le dije:

-Parece que conoces bien este lugar.
-Silencio –Susurró el murano, y nos escondimos tras los pilares que adornaban parte del salón.

Permanecimos quietos. Un pelotón de guardias cruzó frente a nosotros. Sus pasos se escuchaban como tambores de guerra. Para este momento mi corazón estaba a punto de salir de mi cuerpo. Una vez retornada la calma el murano me dijo:

-Estudié el lugar hace meses. -Creí que la delegación tardaría un semana más en llegar. Ello me hizo cambiar mis planes. Tenía que entrar y saltar sobre aquellos camiones. Debía permanecer a su lado. No tenía otra salida.

-Le entendía. Me contó entonces que su hija se había convertido en un trofeo de guerra, uno de los miles que el imperio Farsat había arrancado de sus planetas originales en el sistema Hipparchia. (a)

Entendí que quizá aquella joven era un especie de princesa y que el Murano con el que hablaba un rey sin reino. Ello explicaría el por qué de sus poderes curativos, tan escasos hoy en día.

-Sígueme. Sí que hemos tenido suerte, ¡Nada más que eso! -Me dijo.
-No me despiertas confianza -Respondí.

Así era, no me estaba ayudando en lo absoluto. Además, hasta ese momento no tenía ni idea de cómo saldríamos de allí. Tampoco quería preguntárselo pues temía que me dijera que se lo dejase al azar.

Frente a nosotros, a unos metros, atisbamos una balaustrada que circundaba un gran vacío desde donde emanaba una luz dorada, pero a la vez sucia.

-Por fin, llegamos al salón de recepciones. El Murano atisbó hacia el centro del escenario. De pronto su rostro expresó un terror que nunca antes le había visto.

¡Mahadl! ¡No puede ser! ¡Ha… Hathor!
-¿Qué? -Pregunté mientras me le unía.
Hathor Alathi!
-¡Por Dios! ¡No puede ser! –
Me asusté tanto al verlo que me cubrí la boca para ocultar el diminuto grito que salía desde lo más profundo de mi alma.

Un ser de otra dimensión aquí, en Landis, ¿En este sistema?

Eduardo Guillén.
Año 2780

(a) Los Farsat: eran conocidos, entre otras peculiaridades, por sus dantescos planes de reproducción entre las especies conquistadas. Inseminaban a ciertas hembras nativas de otros planetas para “cruzarlas” con sus guerreros de alto rango y así obtener una descendencia que más tarde se encargaría de dominar cada planeta o planetas subyugados. Este era un método antiguo de dominación, pero sin duda muy efectivo. En su momento también fue el utilizado por las primeras civilizaciones que invadieron la tierra, y que más tarde daría lugar al surgimiento de la realeza y el supuesto poder divino de su progenie.

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episodio 5 – Día 24 (continuación – cerca a la medianoche)

Siento que cada vez voy de mal en peor. Me alejé de la tierra para escapar del stress y ahora estaba dentro de un camión  ¡Maldito Nexos! No podía dejar de repetírmelo. Recuerdo que en la tierra no había nada más aburrido que un turista que solo sigue los encartes de viaje. ¡Bueno yo soy de esos!

Al diablo, ya estoy aquí. ¿Qué de malo puede pasarnos? Solo entramos a mirar.

-No digas ni una sola palabra. Pueden escucharnos. –dijo el murano.

Apreté los dientes. Mi corazón palpitaba con fuerza. Las manos me sudaban y las cáscaras de las (a)jerchugas empezaron a deshacerse.

-¿Cómo mierda vamos a salir de aquí?
-Espera, espera; ya casi.

El camión se detuvo. Escuchamos varios gruñidos y resoplidos. Imaginé que eran los conductores del transporte de alimentos. Nexos levantó la mirada por encima de la tolva. Luego la bajó rápidamente como evitando un disparo. –Son guardias. Están inspeccionando la carga. Es momento de bajar.

Nexos se arrastró hasta la parte posterior del camión y bajó como una lagartija sin producir ruido alguno. Yo fui tras él. Los bufidos de los guardias se hacían más graves. Mi pánico aumentaba. Caí al suelo de costado. Grité, pero el Murano, atento, cubrió mi boca y rápidamente me arrastró hasta las sombras. Los guardias corrieron, alertados por el ruido. Logré escuchar su andar pesado y seco, característico de los reptiles. Estábamos escondidos detrás de cajas de embalaje, supe entonces que los camiones nos habían llevado al almacén. Desde allí logré ver que los guardias estaban armados con (b)flanzas  y con dientes más largos que mis dedos.

Notaron que algunas hojas de jerchugas habían caído. Ahora sabían que había intrusos. Inmediatamente, el murano me ayudó a levantarme. Las cajas dentro del almacén yacían unas sobre otras formando grandes torres, muros falsos y parapetos. Pensé entonces que sería fácil perderlos pero también perderse. Mi brazo empezó a punzarme, el murano me dijo que me tranquilizara, pero en ese momento solo pensaba en golpearlo tan fuerte que lo único que me detenía era el temor a ser atrapado.

Los reptiles nos pisaban los talones. Eran muy ágiles, en cada salto podían llegar a ocho o diez metros de altura alcanzando una posición más alta desde donde ver todo el depósito, pero el ruido que hacían al aterrizar los evidenciaba. Me sorprendió la calma del murano. Tuve que hacer a un lado mi terror, sabía que en esa situación solo precipitaría nuestra ubicación. Los esquivamos avanzando y retrocediendo cuando fuese necesario. Sabía que no nos llevarían ante ninguna autoridad. Si nos atrapaban pondrían fin a nuestras vidas.

Al ser reptiles tenían una excelente visión en la oscuridad. Encontrarnos era cuestión de tiempo. Atrapado, empezaba a resignarme. Observé entonces que sobre nosotros colgaba una caja de gran tamaño sostenida por unos grandes brazos tubulares que brillaban aceitosos. Había visto uno de esos en Hipódromos, era una especia de grúa gigantesca que se usaba para trasladar especies reptiles y marinas de gran tamaño como sarcosuchus o megalodones. ¡Mira!, le susurré.  El Murano entendió y en silencio trepó hasta la cabina.  La grúa era como un gran pulpo con un brazo principal y numerosos brazos menores. En ese momento lo único que esperaba era que entendiese los controles. Sabía entonces que debía llamar su atención. Me pare a una distancia muy cercana de la grúa y silbé lo más fuerte que pude. Los dos reptiles llegaron saltando y descendieron hasta donde yo estaba. Sus flanzas brillaron de un rojo carmesí fulgurante y justo a metros de mí el murano dejó caer los brazos de la máquina aplastando con violencia a nuestros cazadores. El ruido que produjo fue tan fuerte que debió haber alertado a otros guardias.

Un par de segundos después noté lo que habíamos hecho. Asesinamos a dos guardias del imperio. Y ello era un pasaje seguro a la muerte.

Eduardo Guillén.
Año 2780

(a) Jerchugas: Especie de repollo amarillento de gran tamaño.

(b) Flanzas: Armas de largo alcance que también se pueden utilizar para enfrentamientos cuerpo a cuerpo. Juntas pueden llegar a formar escudos de protección siempre y cuando los portadores asuman formaciones cerradas y estén dentro de determinado rango. No solo son utilizadas para atacar, muchos militares y coleccionistas las embellecen para resaltar el rango del portador y/o su proveniencia. Además, pueden modificarse para generar ondas de sonido, señales vibratorias de alta y baja frecuencia además de haces de luz. En la antigüedad se les asociaba con báculos mágicos. Sus referentes terrestres más conocidos son las antiguas lanzas humanas.

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episodio 4 – Dia 24, Nos metemos en problemas

El murano tiene un apetito voraz; me hizo pagarle a comida durante los pasados 06 días por el simple hecho de perder en una partida de (a)pabbiton . Aunque debo reconocer que es muy hábil, tiene unas manos muy veloces lo que no me permite leer sus movimientos. Por cierto  hay algo muy gracioso en la raza de lo muranos, de seguro ya lo sabes, pero la forma en que su cabello cambia de color conforme transcurre el día me provoca risa. Hago mucho esfuerzo para no burlarme de él.

Ha llegado una delegación de emisarios del imperio Farsat a Landis. Esta se lució orgullosa y discriminadora frente a los landeses. Aquí la mayoría de habitantes es pobre y apenas puede costear un vehículo, así que recorrer las sucias avenidas en un carruaje suspendido por (b)omegtitas , y custodiada por soldados de gran estatura es un alarde de superioridad. El murano y yo salimos del bar donde solemos beber cerveza por las tardes, y nos encontramos con el espectáculo.

A la cabeza, dos pequeños lagartos trotaban mientras cargaban esferas rojas de luz que servían como faros luminiscentes para señalar el camino. Detrás de ellos estaban los soldados vistiendo armaduras negras y usando visores omega, una herramienta de inspección que rastrea armas punzo-cortantes y cargadores de energía (pistolas de plasma).  Metros atrás venían los carruajes, eran 12 y cada uno llevaba a un emisario. Todos estaban blindados y solo el último tenía las ventanas abiertas. Justo en el momento en el que este carruaje pasó frente a nosotros me pareció ver un rostro femenino asomarse tímidamente. Fue entonces cuando le pregunté al Murano si lo había visto.

-Claro que sí –Me respondió. Solo un ciego la perdería de vista.

Nexos se había prendado de ella. Eso no me  preocupó hasta que me hizo seguir de cerca al carruaje durante 10 minutos, con la esperanza de ver de nuevo a la tímida extraña. Finalmente, el convoy  llegó a  una residencia de paredes muy altas e inclinadas, con una gran compuerta de acero ubicada en el medio. Los carruajes entraron uno por uno a través de aquel portón con suma lentitud, deteniéndose a veces para esperar a que el más próximo a la sala ingresara dentro de la residencia.

Me negué a ir más allá de las compuertas, así que el murano y yo nos detuvimos frente a esa fortaleza observando su gran altitud, era semejante a un cubo blanco que cubría todo lo que estaba detrás suyo. Luego de que el último carruaje ingresara, un par de soldados se plantaron frente a la residencia. Su sola presciencia ordenaba que nos alejáramos de una vez. Yo di media vuelta. El murano vaciló y por un instante permaneció observando el portón que lo alejaba de su objetivo, su cabello cambió a un color gris azulado, y finalmente dio medio vuelta y se unió a mi marcha. Intentaba explicarle que no era sabio  obsesionarse tan rápido sin siquiera conocerse bien, cuando de pronto tres camiones nos hicieron cara, apenas logramos esquivar al primero el murano gritó: ¡Eijadil! Más tarde descubrí que significaba: Imbéciles.

Su enojo no duró mucho. Los camiones, de ocho llantas y blancos con curvas redondeadas, transportaban la comida que sería usada para satisfacer el hambre de la delegación del imperio Farsat. En el momento en que los soldados solicitaban identificarse a los conductores Nexos golpeó mi hombro y me dijo: -Vamos, solo tenemos segundos.

-No sé por qué demonios lo hice, quizá no lo quería abandonar a pesar de conocernos tan poco tiempo. Vacilé un instante, pero para cuando ya me había arrepentido estaba sobre el techo de unos de los camiones orando para que no nos vieran y  aguantando el olor de las apestosas verduras apretujadas dentro del camión.

Eduardo Guillén.
Año 2780

(a) Pabbiton: Juego parecido al poker donde se incluyen seis cartas para cada jugador en un tablero de ocho cuadriláteros, el objetivo es intentar colocar la carta más alta en el cuadrilátero correspondiente para que el jugador del lado contrario pierda por tener cartas de menor puntaje. El juego es muy popular y las cartas poseen nombres y figuras alusivas a fábulas y mitos. Cada dos partidas existe una opción para subir el puntaje. El jugador perdedor tiene derecho a barajar las cartas restantes y obligar al jugador contrario a mencionar los cinco primeros números, si este no acierta uno de esos cinco números, ocurre un empate de puntajes. Si acierta los cinco dobla su jugada.

(b) Omegtita: Cristal de color púrpura que emite calor; su apariencia es similar a la obsidiana terrestre; se emplean para  crear la famosa suspensión, comúnmente conocida como la función de flotar en el aire de algunos aparatos de transporte.

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